Mónica Regueiro es una actriz, productora cinematográfica y teatral y una de las mujeres con una carrera más prolífica e interesante en el panorama audiovisual actual, lleva desde el 12 de enero en los Teatros del Canal de Madrid con la obra Principiantes, bajo las órdenes de Andrés Lima y en la que comparte escenario con Javier Gutiérrez, Vicky Luengo y Daniel Pérez Prada. Estará hasta el 5 de febrero en Madrid.
En Principiantes, Mónica Regueiro interpreta a Terri, una mujer salvaje y deslenguada, con un trágico historial sentimental de malos tratos, casada con Herb, a quién da vida Javier Gutiérrez.
Hablamos con Mónica Regueiro sobre la obra que interpreta y produce, conocemos sus puntos de vista de la industria y le preguntamos sobre sus proyectos anteriores y venideros.
¿Cómo te sientes viniendo a Madrid con la obra?
Feliz. Encantada. Tenemos muchas ganas, además yo no había estado nunca en los teatros del canal. Había estado como espectadora, pero no como actriz. La sala es una pasada. Este montaje además está hecho para esta sala, y se nota mucho. Es una sala súper agradecida, que tienes al público cerca y estamos felices con la reacción del público. Madrid es siempre una plaza complicada, por mucho que hayas estado en otros sitios, Madrid es como el sitio, y muy contentos… La verdad es que yo no me esperaba ni tanta risa ni tanto aplauso al final, o sea que felices. Todo el público de pie y una maravilla.
Cuando dices que notas al público cerca… ¿Cómo notas al público, con qué emoción?
Pues con esta función en concreto con los silencios. Ves que el público está atrapado y está atento cuando hay mucho silencio. Es como una sensación rara, y lo hablamos muchas veces, porque no es el silencio corriente, hay como un ritual que se nota, una energía, y desde el escenario se percibe, y sabes cuando el público está conectado y cuando no. Y están conectadísimos. Eso enchufa un montón al actor. Es como una energía que se retroalimenta.
¿Qué tal se ha portado España?
Muy bien, la verdad que súper bien. Es verdad que siempre se nota diferencia entre públicos, pero es un poco tópico al final, lo que pasa es que a veces se cumple… Yo creo que en el sur se tiende más a la risa y en el norte somos algo más secos en ese sentido, nos cuesta más. Pero en el aplauso final se nota. Muy agradecidos y muy felices. Hemos tenido una gran gira y todo lo que queda hasta abril.
Estáis por la mitad, más o menos…
Exacto, ha habido como 70 bolos, sin contar Madrid, o sea que saldremos de Madrid con más de 100, y continuamos hasta abril. Muy contentos.
Además, eres productora de la obra… ¿Cómo llega esto a ti?
Esto fue porque conocí a Carver, sabía que no se había adaptado nunca en España… De hecho, fue un director el que me habló de este texto, no como proyecto teatral, sino de la novela.
El origen viene prácticamente por ti, ¿cierto?
Sí, sí porque ahí me empecé a informar de cómo conseguir los derechos, que estaban en manos de una agencia de abogados y fue complicadísimo, pero una vez que los conseguí hablé inmediatamente con Juan Cavestanny, para que hiciese la adaptación. Sabía que era muy admirador de la literatura de Carver, hablé con él y una vez que tuvimos el texto sabía desde el principio que Javier Gutiérrez fuese Herb. Luego hablamos con Andrés y todo se empezó a forjar. Fue un proceso largo, como de cinco años.
No es la adaptación de una novela. Hay una versión que había que adaptar mucho porque tenía que convertirse en una función de teatro, entonces fue complicado desde el principio. Hubo varias versiones hasta que conseguimos la final, se añadió ese texto que es una especie de prólogo, que se llama Una cosa más, que no estaba en un principio, y fue como terminamos con la versión que se ve ahora.
En la obra hay como dos historias. La del principio y la que abarca prácticamente toda la obra y uno espera volver a encontrarse con los personajes del inicio. ¿Esto qué significa?
Yo creo que es algo que le pasa a todo el mundo. Intentas buscar una explicación y no la hay. Es como una presentación más del amor, de un amor tóxico también, y desde otro punto de vista. Es un desamor familiar entre padres e hija. Muchas veces cuando hablamos de amor, siempre vamos al amor clásico, al amor de pareja, pero hay millones de clases de amor: el amor por la familia, por tus amigos, por la profesión… Yo creo que Carver es muy universal para eso. Y sí que es verdad que la función está marcada en un periodo concreto, pero es muy universal. Yo creo que puede tocar a todo el mundo, y en alguno de los personajes te puedes ver reconocido.
La obra está marcada hace casi 40 años, pero suena muy actual… ¿Es que no hemos avanzado?
No hemos avanzado tanto. Fíjate en la situación en la que estamos, los números que tenemos, las cifras de mujeres asesinadas por violencia machista que son brutales. Es tremendo que, después de 40 años, sigamos estando donde estamos. Nos parece muy lejano y no.
¿Crees que la cultura juega un papel importante para concienciar?
Yo creo que sí. La cultura y la educación. Para mí, la base de todo está en la educación. Y creo que desde la cultura se puede hacer mucho, visibilizar y darle voz, porque solo verlo es mucho más efectivo que los discursos que te pueden llegar desde un púlpito. Verlo de verdad y conectar con lo que está pasando, tener una vivencia de eso y que no sea discursivo creo que es lo que puede generar la ayuda.
Y que luego pueda generar conversaciones post-teatro…
Exacto. Debate, discusión. Y, por lo menos, hacerlo presente, que ya es mucho. Hasta hace poco, y bien poco, prácticamente no se hablaba ni de violencia vicaria, ni de violencia machista, había muchísimas cosas normalizadas, y ponerlo encima de la mesa ya es un paso enorme. Ahora falta solucionarlo…
¿Cuál crees que es el principal mensaje que crees que el público se lleva?
Para mí, el montaje en sí es como un viaje, yo siempre lo he vivido así desde el escenario. Y creo que sentado en la butaca es un poco esto, hay cosas que después, cuando termina la obra, no sabes si tiene sentido o no, es como muy de estómago.
De hecho, en la obra, hay un momento que entras literalmente dentro de un cactus…
Sí, hay una parte que juega un papel muy importante que son los audiovisuales, la música, las luces… Es toda una especie de envoltorio, gracias a la parte artística del equipo con el que siempre trabaja Lima, y también por su visión como director y como creador. Porque, al final, esto no deja de ser cuatro hablando en una mesa, es un lenguaje muy literario. Cavestanny respetó mucho la prosa de Carver y ha querido ser muy fiel a su espíritu, y eso se nota en el lenguaje, y con todo lo demás da para una especie de viaje de hora y media.
Y a nivel de producción, ¿Cómo es este viaje?
Ha sido complicado, porque en realidad todos los que trabajan en el equipo son muy “top”, por lo que fue muy difícil combinar esas agendas, pero yo tengo mi compañero y socio, y hacemos un pack fenomenal, yo me ocupo más de la parte de la parte del principio, la generación del proyecto… y toda la parte de logística, financiación se ocupa más mi compañero. Así yo también puedo disfrutar de mi faceta de actriz.
Mientras pensabas en la producción de la obra, ¿ya sabías que personaje serías?
No, yo quería que fuese una elección del director el que yo estuviera en la función, yo no creo que funcione eso de imponer los repartos, ni para otros ni para mí. Un día llegó a una reunión y dijo “ya lo he pensado todo, lo tengo clarísimo, sé cuál es el papel que quiero que hagas”.
¿Qué retos tiene este personaje para ti?
Muchísimos. Andrés lo decía en el arranque de los ensayos: “Creo que va a ser uno de los personajes más controvertidos, porque defiende una postura muy políticamente incorrecta”. Mi personaje defiende una visión del amor que hoy en día está considerado como maltrato, literal. En ese momento, en los ochenta, quizá no le poníamos nombre. Pero el personaje lo justifica. Yo he tenido que hacer un trabajo de comprensión, de no juzgarla y, sobre todo, de abrir mucho la mente.
¿Te has reconocido en el personaje en algún momento?
Sí. Ponerte ahí te da también para analizar muchas cosas de tu vida pasada o presente, de tus formas de relacionarte. Me ha ayudado incluso a nivel terapéutico. Yo he llegado a la conclusión que uno llega a los papeles en los proyectos y no es de forma casual. Muchas veces parece que es aleatorio, pero echando la vista atrás me doy cuenta de que no es así. En realidad, hay un motivo, y tiene un sentido, posiblemente no lo haces de forma consciente, pero echas la vista atrás y te das cuenta de que lo tiene. Para mí, es importante que los proyectos en los que me implico haya algo personal, que me mueva. Es tan difícil sacar un proyecto adelante que yo creo que no sería capaz si no estuviese absolutamente volcada y enamorada del proyecto.
Imagino que con un texto así habrás tenido tus momentos de angustia…
Total. Siempre hay crisis, pero encima este personaje es tan complicado y tan rico, porque además tiene muchos matices y tiene una parte de fragilidad, otra de enfrentamiento y de defender su postura y de no importarle lo que piensen los demás, porque ella es clarísima desde el principio, y abre la función con un dato muy tremendo, ha sido maltratada, pero ella lo sigue queriendo, y también quiere a Herb. Hay mucho recorrido. Y Carver habla precisamente de eso, de los diferentes tipos y clases de amor, y que muchas veces hablamos desde la distancia y desde el prejuicio, pero ¿quiénes somos los demás para juzgar lo que le pasa a una persona en su cabeza, en su estómago, en su alma? Siempre tendemos al juicio y al prejuicio. Terri no es nada prejuiciosa, se muestra a corazón abierto. No tiene ningún problema en decir lo que piensa a pesar de que sabe que eso no va a ser bien acogido y va a ser difícil defender su postura. Es un personaje que es un regalazo.
Y como productora… ¿Ves la posibilidad de llevar la obra a la gran pantalla?
Ojalá. La verdad es que tiene una parte muy cinematográfica. A Carver se le ha adaptado mucho en el cine. Estamos intentándolo, pero no hay nada cerrado, es muy difícil conseguir los derechos. Pero sería una muy buena propuesta cinematográfica.
«Me gustaría ahora cambiar un poco y hacer algo de comedia»
Empieza 2022. ¿Cómo te ves a nivel de actriz?
¡Con muchas ganas! Con proyectos en la recámara que me hacen mucha ilusión. Me ilusiona trabajar con gente que me motive, como me ha pasado hasta ahora, he tenido la suerte de trabajar con gente a la que admiro un montón. Me gustaría ahora cambiar un poco y hacer algo de comedia, y por ahí están los tiros. Tenemos otras producciones de teatro que se estrenan ya, una que se estrena ahora a finales de enero en Las Naves del Español, en Matadero, con Antonio de la Torre, que además dirige Manuel Martín Cuenca; y otra producción que estamos también en El Español hasta el 30 de enero, que se llama “De algún tiempo a esta parte”. Y también estrenaremos en La Abadía un texto que dirige Mario Gas en el que están Pedro Casablanc y Mario Valdivielso… Así que hay muchos proyectos.
¿Y en el audiovisual?
Sí, ahí también nos estamos moviendo. Yo creo que es el próximo reto. Yo estrené una película en 2017, Llueven vacas, después produje varios cortos también, y ahora me apetece hacer algún largometraje y cambiar un poco el género. Parece que tengo tendencia a lo oscuro, al final siempre acaba siendo como drama, todo súper intenso, y me apetece hacer algo más ligerito (Risas).
¿Tu profesión es vocacional? ¿Desde pequeña querías ser actriz?
Yo recuerdo que, de pequeña, nunca decía esto. Siempre que me preguntaban era muy típica. Mi madre siempre decía que yo quería ser azafata, cosa que nunca podría haber sido por la altura, o abogada. Y hasta muy al final iba a estudiar derecho. Lo que pasa es que al final no sé qué pasó en la adolescencia que cambié. Sí recuerdo en las reuniones familiares hacer como montajes con mis primas, yo era un poco la que tiraba de ellas. En el instituto me metí en el grupo de teatro… Ya tenía inquietud de productora también. Puede ser que en ese sentido sea algo bipolar. La parte creativa, generar el proyecto, coger una idea y que se materialice me parece magia pura, maravilloso. Aunque también es un trabajazo y, a veces, pienso “¿Por qué me habré metido en esto?”
¿También tienes ese pensamiento antes de salir al escenario? ¿Te pones nerviosa?
Sí, el vértigo y el pensar “¿Por qué me habré metido yo en este fregao?” Yo creo que pasa siempre. Nervios contenidos. Aunque se reducen cuando la función está muy rodada, como me ocurre con Principiantes, pero siempre hay nervios antes de salir. Pero creo que es algo que tiene que pasar, que es bueno, porque si no, no hay ese impulso.
«Yo genero mi propio trabajo»
¿Es una profesión complicada?
Es una profesión de idas y venidas. De tener mucho trabajo en una época y, de repente, nada. De tener que esperar a que suene el teléfono… Y es verdad que, para mí, la parte de productora me llena ese espacio, porque no tengo que esperar a que suene el teléfono. Yo genero mi propio trabajo, y animo a todo el mundo a que arranque sus propios proyectos, a pelear, a presentar, y crear cosas. Y en España se puede, cuesta, pero se puede. Y en ese camino también pueden surgir cosas que a lo mejor no te esperabas, que lleguen propuestas que no te hubieran llegado de otra forma porque no te hubieran visto ahí. Hay que hacer, porque algo vendrá.
¿Cómo ha evolucionado Mónica desde La Coruña a Madrid?
Hay una evolución personal absolutamente. Además, desde hace poco, tengo una visión desde la calma, no tanto desde la ansiedad. Yo creo que los actores tenemos que lidiar con una parte que son los “No” en los castings, en los proyectos, porque hay muchos noes antes de que llegue el “sí”. Cuando no estás trabajando, esto te lleva a una sensación de ansiedad.
¿Has tenido muchos “No”?
Pues fíjate, yo he hecho quizás cinco castings en mi vida. Los puedo contar con los dedos de la mano. He hecho poquísimos, y tengo que decir que, en ese sentido, soy muy afortunada. Pero también soy consciente de lo que hay.
Además, tú hasta pudiste trabajar en la cuarentena con Diarios de Cuarentena…
Sí, es que yo en la cuarentena trabajé más que en ningún momento. De repente nos llegó la propuesta de TVE a través de Morena Films, para grabar el piloto. Mandamos el piloto grabado el sábado y a los tres días nos dijeron que sí y para rodar en esa misma semana. En marzo, en pleno arranque de la pandemia, sin tener ni idea de lo que iba a durar, de cómo se iba a hacer. Rodábamos en streaming, nos dirigían por streaming, nos mandaron un trípode y ya. Todo lo demás, a buscarnos la vida. Rodábamos y a la siguiente semana se estaba emitiendo. Editaban rapidísimo para que se emitiese durante la pandemia.
¿Y qué pensaba tu familia de este proyecto?
Era marciano esto. Era una forma de vernos. Mi madre escuchaba a su nieto a través de la tele. Era muy curioso. Lo que se planteaba en la serie era lo que se estaba viviendo en la realidad. Después vinieron muchas, pero esta fue la primera. Además, desde la comedia, que ayudaba como ventana de desahogo frente a las noticias de la pandemia. Tengo muy buenos recuerdos, aunque era duro rodarme a mí misma con un hijo de dos años en casa.
Actúas en cine, teatro, televisión, produces, y con tanta vitalidad. ¿Eres consciente de ello? ¿Te lo llegas a creer?
Muchas veces tengo como el síndrome del impostor. Al estar en varias facetas diferentes, muchas veces no te reconocen. Me pasa que me reconocen como productora, pero hay gente que no me reconoce como actriz, y es como un shock. Y me pasa a mí misma a veces. Pero, ¿por qué no? Y justo con Principiantes he podido asentarme y decirme a mí misma “claro que sí, puedo hacerlo”.
¿Cómo quieres que el público te recuerde?
Me encantaría que me recordaran por los proyectos que saqué adelante, tener una línea reconocible.
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