Si a la responsabilidad que supone clausurar la semana de la moda más importante de nuestro país y al hecho de desplazar al público fuera del pabellón 14 de IFEMA para ello, se le suma una radical salida de lo establecido en el modo de presentar la colección, nos encontramos ante un mix muy arriesgado. Pero lo que ha hecho Moisés Nieto en esta 68º edición es para quitarse el sombrero.
El diseñador, que ya se ha proclamado como uno de los clásicos dentro de la programación de cada edición de la Mercedes Benz Fashion Week Madrid tras ganar en 2012 el premio L’Oréal Paris a la mejor colección de EGO, ha buscado (y conseguido) la originalidad total mediante una presentación en la que no hubo ni rastro de modelos y pasarela.
En su lugar, decidió romper con el formato desfile de unos minutos de duración, mostrando sus nuevas creaciones para la temporada primavera-verano 2019 lucidas sobre un total de 24 maniquíes blancos colocados de forma estática en un rincón de los jardines del madrileño hotel Santo Mauro.
La ocasión comenzó con la proyección de una presentación en formato audiovisual, realizada por Carlos Luque y Novela Films, en la que dos modelos lucían de forma consecutiva sobre fondos totalmente en blanco, los looks que podrían verse posteriormente de forma física. Este vídeo comenzaba con una de las dos modelos mirando a cámara y proclamando el mensaje: “This is not a fucking runway”.
A las nuevas propuestas del diseñador les rodea un aire setentero modernizado, en el que se puede ver la mezcla de trabajo artesanal y cuidado de los detalles con la que el diseñador define su trabajo. Una colección 100% ponible.
Las prendas protagonistas fueron los vestidos, algunos de ellos de estética deportiva, y los conjuntos combinados de top y pantalón, con cuellos camiseros y amplios volantes. Otros dos elementos importantes, tanto en las prendas como en los complementos, fueron las flores de rafia hechas a mano y las piedras de cristal.
En cuanto a la paleta de colores, encontramos un mix de conjuntos monocromáticos en negro, camel y tonos tierra, con otros en colores ácidos y metálicos de aspecto más naif.
Esta idea ha permitido a los asistentes, no solamente observar detenidamente, sino también tocar el tejido e interactuar con la prenda, mientras disfrutan de una copa y del aire libre de la localización elegida, al contrario que cualquier desfile tradicional.
Así, Moisés consiguió sorprender al público, al mismo tiempo que conservó el fin principal de una semana de la moda: presentar las nuevas propuestas. Tras seis intensos días de desfiles, es muy probable que los asistentes agradeciesen un formato diferente, mucho más relajado y cercano.
Para ganar hay que arriesgar, y el diseñador ha ganado por goleada. ¿Con qué sorprenderá en la próxima edición?