La de ayer, como la de otros tantos Viernes, fue noche de teatro. Madrid no deja de sorprender, y uno no deja de asombrarse ante la amplitud de una oferta que no cesa de evolucionar, inspirar y emocionar. En esta ocasión, nos acercamos a la sala Nuev9 Norte, a muy pocos pasos de Noviciado, para disfrutar de Noche de Juegos, una comedia agridulce que prometía alejarnos del frío y la humedad que todos traíamos puestos.
Lo primero que sorprenderá al espectador si no ha visitado anteriormente la sala es su reducido tamaño, que invita a reunirse, a juntarse, y neutraliza casi al completo la distancia tanto espacial como conceptual que parece separar a la audiencia de los actores. Esta ausencia de barreras no podía ser más adecuada para Noche de Juegos y para una noche como la de ayer. Nos recibía un decorado sencillo, obra de David Pizarro, medio escondido tras una ligera cortina y tenuemente iluminado (iluminación a cargo de Juanjo Llorens). Cálido y acogedor. No tarda en dar comienzo la función.
A través de un guión inteligente, cercano y bello por esa fluidez tan real que desprende, se van construyendo dos personajes posibles, reales, que nos transmiten una humanidad y una sensualidad que, por su cercanía y sinceridad, ponen los pelos de punta. A través de unas palabras tan bien escogidas en boca de Paula Guida y Esteban Ciudad, nos vamos sumergiendo en esa burbuja que se crea cuando dos personas conectan. En esa suerte de no-lugar, el espectador viaja con los personajes. Siente su excitación, los tiras y aflojas que comprenden el juego de la seducción y, gracias a elegantes referencias a la cultura colectiva (el cine especialmente), encuentra sencillo el imaginarse parte de la acción, conectando con sus propias experiencias.
Navegando perfectamente esa leve línea que separa el lenguaje realista de lo excesivamente dramático, la acción cobra cuerpo poco a poco en boca de ambos actores hasta llevarnos a un (verdaderamente) inesperado giro de los acontecimientos que resulta inteligente y da verdadero sentido y profundidad al conjunto. Uno se da cuenta tras este momento de lo natural y genial de los eventos que ha presenciado, poniendo fin a la «ensoñación» y entrando en lo desgarrado, lo crudo y lo dolorosamente real. Los últimos minutos son una montaña rusa que nos desespera junto con los personajes y nos hace querer abandonar nuestro puesto de espectador para poner fin a la turbulencia. El final no contenta a nadie, no sabríamos decir si es triste o esperanzador, y por eso es perfecto.
En definitiva, Noche de Juegos es un trabajo exquisito de Paula Guida y Esteban Ciudad, que sostienen con el poder puro de sus palabras y su presencia un gran reto emocional que, por fuerza, llega a lo más hondo y emociona. Noche de Juegos habla de lo que duele esa incapacidad de entenderse, ese muro que a veces se cierne sobre dos personas que se quieren pero no saben cómo quererse. Y es que en ocasiones el amor no se rompe por acción, sino que se escapa como un globo al viento y nos deja esa impotencia terriblemente dolorosa, esa sensación de haber perdido sin haber entendido aún cuál es el juego.
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