El ser humano es curioso por naturaleza. Siempre tenemos sed de conocimientos. Y si de repente algo se escapa de nuestro entendimiento se convierte en un reto que descifrar, descodificar.
Por ello, cuando hablamos de asesinos en serie influye un factor que despierta en nosotros un gran interés, la naturaleza incomprensible de sus crímenes. Sentimos “la necesidad de entender por qué alguien haría cosas tan horribles a otra gente, en especial a completos desconocidos” escribía el sociólogo y profesor de criminología Scott Bonn en su libro “Why We Love Serial Killers: The Curious Appeal of the World’s Most Savage Killers” (Por qué nos gustan los asesinos en serie: el curioso atractivo de los asesinos más salvajes del mundo).
También otro de los elementos que despiertan nuestra curiosidad en ellos, es su total y absoluta integración en la sociedad. Como podemos observar en el caso de Ted Bundy que se preparaba para ser abogado y colaboraba en la campaña política de Nixon. Este personaje en concreto, que llevaba una vida aparentemente normal, logró engañar a miles de personas por su carácter carismático y encantador. Tanto es así, que realmente se defendió su inocencia hasta su confesión al periodista Christopher Michaud.
Finalmente, gracias a estas grabaciones consiguieron que fuese acusado por el asesinato de 30 mujeres de EE.UU. Grabaciones disponibles en el documental de Netflix “Conversaciones con asesinos: las cintas de Ted Bundy” que intentan explicar cómo el estatus social de este criminal es casi el de una estrella de rock.
» Sentimos la necesidad de entender por qué alguien haría cosas tan horribles a otra gente, en especial a completos desconocidos”
Suelen ser muy buenos en cuanto a la manipulación de emociones de las personas. Los psicópatas tienen un encanto superficial innato, pero también son narcisistas y les encanta sentirse protagonistas. Por ello, muchos asesinos en serie disfrutan con su imagen de celebridad criminal y le gusta alimentar el pánico público que crean. Incluso, en multitud de ocasiones, participan en la creación de su propio estatus, como fue el caso de “El hijo de Sam”, “Zodiac” y BTK “Bind, torture, kill” (ata, tortura, mata). Tal y como podemos observar en numerosas películas adaptadas a la pantalla.
“Sus objetivos reales a la hora de escribir a las autoridades eran narcisistas y autocomplacientes. Es decir, crear terror, ganar notoriedad y demostrar superioridad intelectual” apunta el profesor Bonn en este último caso.
Se puede, incluso, comparar el interés de estos crímenes con ver o leer una película o un libro de terror. Al final se trata de pasar miedo en una situación controlada. Seguimos una historia en la prensa o vemos una película basada en hechos reales con el fin de que nos entretengan. Pero no es algo tan frívolo como puede parecer, ya que nos puede ayudar a controlar y gestionar nuestros propios miedos.
La ficción acaba contagiando la realidad, con el peligro. Normalmente no recordamos el nombre de las víctimas de estos asesinos en serie, pero en cambio, todo el mundo parece ser capaz de mencionar al menos a tres de estos criminales.