Hoy en día ver películas es algo muy normal, es algo incluso monótono. Ir al cine o poner una peli en casa para pasar el rato es lo que mueve a millones de personas por todo el mundo. Pero aun siendo a veces algo tan irrelevante, el resultado es siempre el mismo y es que el cine logra emocionarnos. En mayor o menor medida, pero a todo emociona. ¿Por qué? ¿Por qué se nos pone ese nudo en la garganta o por qué nos entran ganas de llorar? Vamos a ver cuáles son las razones por las que nos encanta emocionarnos con el cine, vamos a ver cómo la industria es capaz de gestionar nuestros sentimientos.
Aunque la empatía no es algo que abunde en estos tiempos, todos tenemos algo de ese valor. Y algo que ocurre cuando vemos una película, aunque en la mayor parte de los casos no nos demos cuenta, es que empatizamos con los personajes. La gente que vemos en las películas es gente normal, como tú y como yo. Hasta los personajes de la ciencia ficción tienen ese componente humano y empático que logra conectar con nosotros. ¿Por qué? Porque los protagonistas de tus películas favoritas sufren, tienen que resolver problemas están agobiados o deprimidos. Justo lo que la mayor parte del mundo atraviesa. La vida es eso, atravesar tu propio arco dramático, luchando para conseguir tus metas. Un personaje puede buscar demostrarse algo a sí mismo, como Sylvester Stallone en Rocky (1976) o también puede luchar por su hijo como Will Smith en En busca de la felicidad (2006). Puede creer y perseguir la justicia como Kirk Douglas en Senderos de gloria (1957) o descubrir el verdadero sentido del amor y la lealtad como Adam Driver y Scarlett Johansson en Historia de un matrimonio (2019). Todos y cada uno de esos personajes podrías ser tú.
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Además, todas las películas, desde la primera a la última, quieren decirnos algo y su mensaje quiere que aprendamos algo. Y da igual el género, eso es solo una excusa para construir la trama del filme. Si te pones a analizar una película vas a poder comprobar que el subtexto va a tratar sobre la amistad, el amor, la lealtad de las personas, el compromiso social o ecológico o algún otro tema trascendental de la ética del ser humano.
Y, ¿qué me dices de los finales? El clímax de una película, quizá el momento de mayor tensión y el más emocionante. Esa lagrimilla que quiere derramarse, esa risa tonta, esa boca abierta o esas mariposas en el estómago. Eso solo lo hace el cine. Recuerda el final de Pretty Woman (1990) o el de Oficial y Caballero (1982), Richard Gere es todo un galán. Recuerda también la rabia del final de Seven (1995) o ese cosquilleo de la última escena de Lost in Translation (2003). Y así con incontables películas que consiguen acariciar la fibra sensible del espectador, ya que en muchos casos cada uno de nosotros nos hemos visto en su misma situación, recuerda, la empatía.
Lo maravilloso del cine es ese viaje de emociones, ese sabor de boca y esas ganas de cambiar tu vida o el mundo, depende de la película. El cine es la herramienta perfecta para conocerse a uno mismo, nutrirte de ella es una forma de evolucionar hacia adelante.