«Lo poco gusta, lo mucho cansa». No sé cuántas veces habré escuchado esa frase en boca de mi madre. Yo siempre la contradecía mentalmente, hay cosas que nunca son suficientes. El mar, los abrazos, el shushi o las historias de mi abuela. Un poco más, quiero un poco más. Sin embargo, una corta vida de reflexiones constantes me han hecho llegar a entender y profundizar en aquel dicho. Así que, hoy te vamos a contar por qué siempre menos es más.
Quizás tenga mucho que ver con nuestra generación y su contexto. Las infinitas posibilidades que nos ofrece la actualidad (al menos antes de que el coronavirus aterrizara), generan una sensación angustiosa de no haber exprimido nunca todo el jugo de la vida. Más, quiero más. Más de mi pareja, porque no es tan perfecta como yo había imaginado. También más de las propias situaciones, o de los lugares, que en el Instagram de ella parecían mucho más bonitos.
Por esta razón siempre he admirado a las personas que saben ver la belleza en la simpleza de las cosas y, además, disfrutar de ella. Buscar constantemente el aspecto transcendental de todo es agotador y más absurdo que ambicioso. Ya lo asumimos durante el confinamiento, al final, lo que todos echamos de menos es tan básico como el simple contacto humano, como un rayo de sol o poder caminar por la playa. ¿Existe algo más placentero?
De esto saben mucho mis abuelos, y seguro que los tuyos también. Mi abuela siempre da Los besos en el pan de los que habla Almudena Grandes en su libro (con ese mismo título) y, no entiende, no concibe, las preocupaciones que me quitan el sueño. Las preocupaciones siempre caducan, pero durante su corto o largo periodo productivo hacen que olvidemos lo verdaderamente importante. «Hija, todos los jóvenes de tu edad que yo conozco vivís como cualquier rico de mi época», siempre me reprocha mi abuela. Y está en su derecho, porque siempre quiero más. ¿Más de qué?
Y en mi cabeza…Menos es más. La premisa más conocida de la moda, que originalmente su creador Mies Van der Rohe atribuía a la arquitectura, puede considerarse el primer principio de la felicidad. Confórmate con lo que tienes y deja atrás esa avaricia insana. Conformarse, en este artículo no será sinónimo de rendirse ni de derrota o resignación. Más bien será resiliencia, mimetización y supervivencia moral. Ya es hora de que dejemos a un lado esas frases super positivas e imposibles de digerir a las 8 de la mañana, que inundan redes sociales y utensilios de cocina, para sumir que a veces no necesitamos más. No podemos conseguir lo imposible y tampoco una sonrisa cambia el mundo, ya quisiéramos.
La capacidad de conseguir vivir con actitud cada uno de los pasos de tu vida es mucho más importante que querer constantemente que todo mejore. Lo único que tiene que mejorar es tu análisis. Digamos como conclusión que la clave está en parecerse un poco más a mis gatos. Cada x tiempo intento sorprenderlos con algún juguete que a mi parecer, es genial, estética y técnicamente. «Este no falla», pienso siempre. Deposito un dinero exagerado en el mostrador y abandono la tienda feliz, expectante, excitada. «Rubi, Marga, mirad». Pero ellos desvían indiferente su camino y corren hacia la pelota de papel que siempre está en el patio, o hacia los cordones de mis zapatos. «Esto sí que mola», supongo que pensarán.