¡Cuántas veces habremos escuchado el “sé normal” a lo largo de nuestra vida! Pero ¿qué es ser normal? Si nos vamos a la definición, esa que abre nuestra mente o que muchas veces nos deja como al principio, lo “normal” es aquello que se considera como natural. Lo que actúa como regla, canon o modelo social. Lo que se ajusta a normas predichas, a lo políticamente correcto, a lo que la sociedad espera de nosotros.
Lo normal es vivir y ser como los demás. Ir a la universidad, encontrar trabajo, pareja, una casa, tener hijos, vivir en familia, tener vacaciones en la playa o en la montaña… No obstante, hay algo que falla en esta vida perfecta o de cuento de hadas: ¿quién ha marcado la fina línea entre lo normal o lo raro? Y mirándolo fijamente ¿de verdad queremos tener esta vida normal (o mejor dicho, aburrida, predecible y estática)?
Querer vivir como viven el resto de la comunidad o siguiendo las tradiciones no es malo. Cada uno es libre de ser y hacer lo que quiera y esta decisión es tan válida como cualquier otra. El problema llega cuando el “ser normal” o vivir una vida “normal y corriente” es lo único socialmente aceptado a lo que puedes optar. Que te marginen, tachen de raro o incluso te discriminen (y maten) por tu orientación, por tus hobbies, por tus decisiones en contra de “lo normal” es lo peligroso.
Que la gente te juzgue por tu forma de vestir, por tu orientación y vida sexual, por tus aspiraciones profesionales, por no querer formar una familia, por no querer tener pareja, por tantas y tantas cosas que se salen de la línea… es agotador, ¡y contraproducente! ¡Qué aburrido sería el mundo si todos siguiésemos el mismo camino de vida!
Lo normal es vivir y ser como los demás. No obstante, ¿quién marca la fina línea entre lo normal o lo raro?
Antes nos hemos preguntado quién marca esa fina línea entre lo socialmente aceptado y lo que no y no es otra que la estadística. La estadística y el pasado. Así la normalidad se rige por el promedio aceptado, la campana de Gauss y esa inmensa mayoría del centro de la gráfica que representa lo común (según estas gráficas el 80% de la gente se comporta de manera parecida).
Aunque las estadísticas son modelos prácticos para conocer y analizar la sociedad nunca son un reflejo real de ella. Están tan simplificadas que no llegan ni a reflejar esa gran diversidad social que formamos los seres humanos. Lo normal es ser diferente. Cada uno con su vida, sus ritmos vitales, sus inquietudes, sus manías, miedos e historias. Esos pequeños detalles que marcan la diferencia, que enamoran y que nos hacen brillar. El querer ser normal lo único que hace es apagar esa luz propia que todos llevamos dentro. No sé vosotros, pero para mí es un gran coste que no estoy dispuesta a aceptar.