Los perros son y han sido siempre considerados como los mejores amigos del ser humano, y no es para menos, pues quien cuente con uno de ellos como mascota sabrá que, más que un animal de compañía, es otro miembro más de la familia. Tanto es así que la comunicación con ellos es una realidad: le hablamos para adularles, para regañarles si han hecho algo malo, para incitarles a jugar o a pasear e, incluso, los hay que encuentran en su mascota alguien con quien desahogarse y a quien contarle lo que le ronda la cabeza. Y si esto es así es porque, precisamente, nos dan señales de que nos escuchan, nos comprenden y nos aprecian tanto como nosotros a ellos.
Sin embargo, la comunicación con nuestras mascotas no es, en absoluto, de roles fijos. Lejos de pensar que el perro siempre juega el papel de receptor de los mensajes de su dueño, éstos también nos transmiten sus inquietudes y sentimientos, solo que, en lugar de palabras, su forma de expresarse es el lenguaje corporal. Aquí juegan un papel fundamental la cola y el cuerpo, pues según su posición y situación nos querrán transmitir uno u otro mensaje. Pero no solo debemos prestar atención a esas zonas, pues la parte de su cuerpo más expresiva y donde podemos leer todo lo que le ocurre a nuestro amigo de cuatro patas es en la cabeza, en concreto, en el rostro, donde se encuentra una gran cantidad de músculos que permiten mayor movimiento y expresión.
Así, sabremos que nuestra mascota nos está prestando atención cuando ladean la cabeza, pues así consiguen un mejor campo de visión y, además, oyen mejor nuestras palabras, señal de que están interesados en lo que les queremos decir. Si nos lo encontramos con la cabeza alta, posiblemente esté en alerta por algo que sucede a su alrededor, mientras que si, por el contrario, su cabeza está gacha, es probable que esté demostrando miedo, sumisión o, incluso, agresividad.
Aunque para entenderles a la perfección es necesario prestar atención a cada rasgo corporal, los puntos clave son los ojos, las orejas y la boca, pues es ahí donde se aprecian los signos más evidente. Los ojos son el espejo del alma, y en el caso de los canes no va a ser menos. A todo aquel que comparta su vida con uno le sonará la situación en la que su comportamiento erróneo merezca una reprimenda, y si existe alguna duda de quién es el culpable, se delatan solos al apartar la mirada. También los hay algo más falto de vergüenza que, en lugar de evadirnos la mirada y confesarnos así su sentimiento de culpabilidad, nos miran fijamente con ojos de pena con el único fin de conmovernos y que dejemos de regañar (y rara vez podemos resistirnos a sus encantos). Por otro lado, con la mirada también piden lo que necesitan o desean en el momento, y lo hacen mirando fijamente a ese objeto, comida o lugar.
Las orejas también son un elemento de comunicación muy evidente. Cuando nuestro perro tiene las orejas levantadas es porque se encuentra contento, porque está atento a la situación o porque está en tensión, aunque no necesariamente este sentimiento deba relacionarse con la agresividad. Si, por el contrario, sus orejas están bajadas, el can nos está diciendo que siente miedo o que se siente sumiso a nuestras órdenes. Por otro lado, aunque no sepan hablar, su boca también emite mensajes. Un perro con la boca abierta es un perro relajado, tranquilo, sin mayor preocupación, pero un perro con la boca cerrada es un perro tenso e inseguro, y si además esta situación viene acompañada de un movimiento de cabeza, es más que probable que se encuentre enfadado o agresivo. Y, al igual que los seres humanos, si nuestro perro bosteza, es porque se aburre o está cansado.
Estos signos son algunos de los necesarios para comprender a la perfección a nuestros compañeros, sin embargo, es necesario prestar atención a cada movimiento que haga, a cada señal que nos dé, por simple o rara que parezca, porque además de sus emociones, también nos comunican su malestar o si hay algo que no anda bien en ellos. Así, si vemos comportamientos extraños que puedan indicar algún tipo de problema, es preciso que cuidemos cada movimiento, por si algo se complica, acudir cuanto antes a un profesional.