“¿Qué cabe en una canción?”, se pregunta David Martínez Álvarez, más conocido como Rayden, al inicio de “Homónimo”, su sexto disco de estudio. Una jodida pregunta a la que le siguen una retahíla de respuestas que solo al artista madrileño se le podrían ocurrir. Aunque podría decirse que el disco entero es la búsqueda constante de una respuesta a esa pregunta y a muchas más; aunque si algo le ha quedado claro al artista en este tiempo, es que la canción es el mayor homónimo que existe, porque una misma canción puede tener distintas lecturas y distintos significados, dependiendo de la persona que la escuche. O la oiga.
La conceptualidad artística es algo muy vigente hoy en día, pero se puede decir que nadie ha tratado el tema como lo ha hecho Rayden, ya que “Homónimo” cierra su segunda trilogía, pero a su vez cierra una hexalogía que ha pretendido ir de dentro hacia fuera, del continente al contenido; y con la que ha procurado poner en valor la palabra como fuerza unificadora de un todo, de una manera única y difícil de encasillar.
Sonoramente hablando, “Homónimo” es un disco que suena orgánico porque ha sido concebido así en la cabeza del propio artista y es algo a lo que Paco Salazar, a los mandos de la producción de muchos de los temas del disco, ha aportado su granito de arena mezclando lo análogico y lo digital como solo él sabe hacer. La versatilidad sonora que caracteriza a Rayden, ha quedado más patente que nunca, creando una sensación de exclusividad que lo diferencia del resto y marca el territorio en el que se mueve desde hace años. Además, las colaboraciones de Alice Wonder, Sebastián Cortés, Ciudad Jara y Fredi Leis, puntas de lanza dentro de cada uno de sus estilos, aportan el frescor necesario para que las canciones sean elevadas a su máximo exponente.
Teniendo en cuenta todo esto, podríamos analizar la carrera de Rayden con la perspectiva que solo el tiempo nos da y nos daríamos cuenta de que puede parecer que todos los pasos a seguir han estado muy claros en la hoja de ruta del artista. Haciéndolo y viendo el punto óptimo de madurez que ha alcanzado con “Homónimo”, podríamos decir que el éxito que ha cosechado y sigue cosechando, no ha sido ni es fruto de la casualidad, pudiendo hacernos pensar incluso que todo lo previo a “Homónimo” ha sido un entrenamiento para alcanzar la cumbre en su empeño por la búsqueda de su santo grial: la canción perfecta.
Y yo me pregunto, ¿qué cabe en cien canciones? Probablemente, toda una vida: la vida de Rayden.
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