El estrés ha sido el compañero no deseado de muchas personas durante esta pandemia. Los cambios que han traído el coronavirus y sus medidas a nuestro día a día han pasado factura a muchos españoles. Las dudas sobre el futuro y las preocupaciones por nuestra salud y la de los nuestros han afectado a la salud psicológica, pero también a la física.
Cuando la vida cambia de golpe un tiempo prolongado, puede aparecer o aumentar el estrés. Y la crisis de la pandemia la ha hecho cambiar una y otra vez: teletrabajo, confinamiento, alteraciones en la dieta y en los horarios, medidas de seguridad y falta de contacto físico con nuestros seres queridos… El miedo al contagio y el confinamiento han hecho que 9 de cada 10 españoles estuvieran estresados en algún momento en 2020, y 3 de cada 10 lo estaban de forma habitual.
Los expertos de Nivea, la marca n.º 1 mundial en cuidado de la piel*, explican que el estrés no solo se nota a nivel psicológico y emocional, sino que también se refleja en la piel. Esto se debe a que la piel y el sistema nervioso están interrelacionados, de hecho ambos provienen de la misma capa embrionaria; cuando hay estados de ansiedad o sentimientos de agobio, el cuerpo produce ciertas hormonas, como el cortisol, que afectan directamente al estado de las células cutáneas. Por ello, han recopilado las principales señales que envía el cuerpo para avisarnos de unos altos niveles de estrés:
Aparición de problemas de la piel
El estrés daña directamente la piel produciendo desajustes hormonales y haciendo que se debilite nuestro sistema inmunitario, provocando problemas cutáneos. En momentos de ansiedad, el cuerpo produce más adrenalina y cortisol, que en exceso causa rojeces, dermatitis, urticarias y sequedad. Además, una persona estresada tiende a tocarse más la cara y eso puede producir irritaciones, heridas e infecciones. Al debilitarse nuestro sistema inmunitario, también pueden aparecer herpes, calenturas, dermatitis, psoriasis y otro tipo de infecciones.
Aparición de granitos o acné
Las alteraciones hormonales hacen que nuestra producción de grasa en la piel se descontrole, y empecemos a segregar una mayor cantidad de sebo, que acaba bloqueando los poros y facilita que se produzcan infecciones que causan inflamación y pequeños granitos o acné.
Piel apagada, fatigada y sin luminosidad
El estrés motiva la acción de los radicales libres, las moléculas las moléculas causantes del envejecimiento. Estas moléculas siempre están presentes en nuestro cuerpo, ya que se generan incluso con la respiración o la luz solar. Sin embargo, cuando hay un exceso de ellas, la piel se desequilibra y envejece de forma prematura, lo que se traduce en arrugas, flacidez, tono apagado o falta de elasticidad. Además, el estrés hace que la piel se vuelva más vulnerable a factores ambientales nocivos, como la radiación UV o la contaminación.
Deshidratación
Cuando hay estrés, la circulación sanguínea se vuelve más lenta, lo que dificulta que el agua y otros nutrientes lleguen a la piel para mantenerla joven, sana y jugosa. Es una de las primeras muestras del envejecimiento prematuro, ya que una piel más seca, con sensación de tirantez, es un signo de pérdida de elasticidad y también es más propensa a las arrugas y a la flacidez.
Caída del cabello
El cabello tiene su propio ciclo vital. Cuando este llega a su fin, el pelo se cae. Sin embargo, las alarmas saltan si se cae mucho al mismo tiempo. Las situaciones estresantes aceleran el ciclo de vida del cabello y hacen que se caiga antes de lo previsto.
Dificultades para dormir
Se traducen en dolores de cabeza y cansancio generalizado. Uno de los síntomas más evidentes de la falta de sueño se nota directamente en la piel: las ojeras. Estas se marcan cuando estamos cansados porque se produce una dilatación de los vasos sanguíneos, dando un aspecto más oscuro a la piel y haciendo que ésta vaya perdiendo vitalidad y que se vuelva más fina.
Asimismo, la falta de sueño es un factor clave para el envejecimiento prematuro. Se altera el ritmo habitual del organismo y la segregación de ciertas hormonas, como el cortisol, lo que puede acelerar el envejecimiento y empeorar algunas enfermedades.
Alteración de la respiración
Cuando estamos estresados nos cuesta respirar de forma estable y profunda. Esto no solo influye en el control de nuestros estados emocionales, sino que afecta inevitablemente al nivel de oxígeno necesario para nuestros procesos metabólicos, y por ende, a la regeneración celular de todos nuestros órganos, incluida la piel. El primer signo de la falta de oxígeno en nuestra piel es un aspecto apagado y poco luminoso, pero desencadena también todos los demás signos de falta de salud y de envejecimiento prematuro en nuestra piel. Si además añadimos el efecto que las mascarillas causan en nuestra respiración, los efectos se agravan aún más. Por tanto, es muy importante ser conscientes de este problema y tomar medidas para respirar correctamente cuando estemos nerviosos o estresados.