«Todos hablan de Jamie» es una película dirigida por Jonathan Butterell, su ópera prima, basada en el musical con el mismo nombre y dirigido por el mismo director.
Max Harwood da vida a Jamie, un joven de dieciséis años que sueña con convertirse en drag queen y dar un giro a su vida, dejando de lado su carrera y su rutina. Contará con el apoyo de sus amigos y su madre (Sarah Lancashire) para enfrentarse a los prejuicios que le pesan y le impiden ser el dueño de su vida.
Su título no podía ser más preciso: «Todos hablan de Jamie». Esa es la intención del largometraje, poner en boca del público el mensaje de aceptar y apoyar al prójimo, que ser diferente no es malo sino todo lo contrario y visibilizar y normalizar ciertos temas que fueron, y en algunas ocasiones siguen siendo, tabú. Porque si algo habría que destacar, es que el argumento está basado en una historia real.
La película puede recordar al espectador a otros musicales como Billy Elliot, por esa pasión por el baile, o a Las aventuras de Priscilla, reina del desierto, cuyo mensaje de aceptarse a uno mismo también está presente en esta película. Quizás «Todos hablan de Jamie» sea un híbrido entre estos dos clásicos.
– Jamie, ¿Qué quieres ser?
– Artista.
La película plantea el dilema de «¿quién soy?» y «¿qué soy?» mediante los diferentes puntos de vista de los personajes. El padre (Ralph Ineson) se posiciona de manera radical: «yo solo deseaba tener un varón, y te tuve a ti«, mientras que su madre: «no has hecho nada malo, Jamie«, y lo mismo le ocurrirá con su profesora y su compañero de clase. Un retrato social en imágenes que, aunque sea una historia que ya ha sido contada varias veces, es necesaria ser contada. El cine como vía de concienciación.