Tras una enérgica e impecable actuación de Barei que consiguió poner de pie a todo el publico del Globe, volvíamos de nuevo a creer que este año podíamos quedar en buena posición, ya que lográbamos destacar entre una mayoría de presentaciones lentas y dramáticas que aportaron al transcurso de la ceremonia un ritmo denso y sobrecargado. La actuación de la delegación española optó por aportar conexión con el público que estaba viviendo de cerca la final, alejándose de posproducciónes y embellecimientos. Pudimos descubrir anoche, que el problema no es ni que cantemos en inglés, ni si realizamos una buena promoción por Europa o si la canción es comercial.
El espectáculo que presentó anoche la televisión sueca fue espectacular, dio un nuevo giro al festival ganado en ritmo y convirtiéndose en un show televisivo muy fácil de consumir. El sistema de votaciones también se presentó de una manera diferente, dividiendo las votaciones del jurado y del televoto, lo que hizo que todo resultara menos predecible que de costumbre. Lo único bueno de la noche fue que no ganó la firme favorita Rusia, con una apuesta muy televisiva pero que no aportaba nada de originalidad, era un batiburrillo de cosas para un producto que no tenía vida una vez finalizado el festival, y también pudimos descubrir que ya no todos los países vecinos le daban los 12 puntos a Rusia. Australia se mantuvo primera hasta casi el final de las votaciones, una muy buena candidata, con un directo impecable.
Del resto de la tabla me sobraban el octavo puesto de una aburrida Polonia, el noveno puesto de una canción sin personalidad de Lituania y el décimo puesto de la anodina canción lineal de Bélgica. Tampoco pude entender bien la buena acogida que tuvo la representante de Malta con una canción que intentaba despegar pero se quedaba en eso en la intención de algo que nunca ocurría. En fin, igual España no merecía ganar, porque tenía rivales muy buenos pero lo mejor ya estaba situado hasta el séptimo puesto de la tabla, de ahí en adelante Barei se merecía un top 10, incluso un Top 5 tanto por su buen directo como por la conexión con el público, puntos que la diferenciaban del resto de sus rivales. Me alegré del cuarto puesto de Bulgaria con una Poli Genova que derrochaba carisma y frescura dentro de tantas candidaturas frías y calculadas.
La ganadora llegó con su grito de dolor a todos los europeos, dándole fuerte a la favorita Rusia apartándola del triunfo y lanzándole un claro mensaje político de rebeldía contra la opresión que se ejerció y que aún se ejerce contra el pueblo ucraniano y a todos los países de la antigua Unión Soviética. El Festival ganó en este sentido rebeldía, sorpresa y personalidad.
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