Cuando un director de cine aprecia a su público, se percibe en sus películas. Las películas de Álex de la Iglesia son el traslado de la realidad al punto más macabro y extremo de la vida. Su última película, «Veneciafrenia», ha pasado, como no podía ser de otra forma, por el Festival de Sitges, el festival que más ama el director, y llegará a los cines el próximo 26 de noviembre.
Sinopsis
En la naturaleza existe vínculo indisoluble entre la belleza y la muerte. El ser humano, deudor de su entorno, imita lo que observa. Como mosquitos atraídos por el faro más brillante, los turistas están apagando la luz de la ciudad más hermosa del planeta. La agonía de las últimas décadas ha desatado la ira entre los venecianos. Para frenar la invasión, algunos se han organizado, dando rienda suelta a su instinto de supervivencia. Nuestros protagonistas, un sencillo grupo de turistas españoles, viajan a Venecia con la intención de divertirse, ajenos a los problemas que les rodean. Allí se verán obligados a luchar por salvar sus propias vidas.
Antes de partir en este paseo en góndola, breve pero con lo imprescindible, he de reconocer mi admiración por Álex de la Iglesia. Además de ser uno de los cineastas españoles que más produce al año, es una persona sabia que apuesta por aquello que le gusta, sin miedo a los juicios y con la mente puesta en hacer disfrutar al espectador. Y esta vez, nos invita a pasarlo «bien» en Italia, siendo él mismo el «puppet master» que nos mueva como marionetas por esta pantalla de terror.
Veneciafrenia es una fiesta. Una fiesta en la que, como en cualquier fiesta, hay diferentes tipos de personas. Por un lado están los anfitriones (los venecianos) que, a veces, han de recibir por compromiso y no por gusto. Por el otro, están los invitados (los turistas), que no tienen claro a dónde van, y adoptan el clásico a donde fueras, haz lo que vieras. Conforme pasa el tiempo de la fiesta, el ambiente se empieza a desmadrar: se rompen cosas, se nubla la atmósfera, pierdes a tus amigos de vista, otros se enfrentan, acaba entrando más gente de la que realmente está invitada… Y, por supuesto, en la fiesta uno lleva su mejor máscara, es otra cara y brilla mucho. Esto es Veneciafrenia: el carnaval que refleja la plaga turística.
La película tiene un mensaje muy claro: Venecia se hunde y ha de salvarse. Álex de la Iglesia comentaba: «Yo iba de turismo a Venecia y me di cuenta de que yo mismo estaba siendo parte del problema». La ciudad es un parque temático. La población local disminuye considerablemente y sólo hay turismo. Turismo y turismofobia. Y esperemos que la solución no sea de la forma que muestra la cinta. Como dicen en la película: «El miedo es lo único que los detendrá».
El reparto de Veneciafrenia es el propio que merece esta película. Ingrid García-Jonsson y Silvia Alonso encarnan a dos jóvenes con personalidades firmes y poderosas, Goize Blanco se come las escenas en las que aparece y armoniza con su risa, Cosimo Fusco impone, Caterina Murino, Enrico Lo Verso y Armando de Razza bordan unos venecianos realistas y complejos, Nico Romero sorprende con un papel maduro y determinante, Alberto Bang aportando frescura y naturalidad en las escenas más ambiciosas, y Nicolás Illoro, el joven polivalente y práctico que todos quieren en su vida.
Una vez más, la pareja de Jorge Guerricaechevarría y Álex de la Iglesia en el guion vuelve a notarse. Si bien el final me resultó un poco flojo, quizá sea por lo fuerte que me pareció el desarrollo del resto de la trama. Estuve toda la película viviendo un carnaval veneciano y el final fue el descanso en el avión de vuelta. Por cierto, a estos dos genios les gusta mostrar vísceras, sangre y ser explícitos con su público. ¡Y con qué sutileza lo hacen! Es de destacar también el impecable trabajo musical de Roque Baños en su banda sonora, la cuidada fotografía de Pablo Rosso y los títulos de crédito de la película que sirven de telón para lo que va a suceder después.
Rodar en Venecia tiene dos orillas. Es una ciudad que ya está decorada. Ya es un plató natural. Pero, de igual manera, el inconveniente de producir en Venecia es inmesurable, es incómodo. No hay infraestructura. Todo un mérito a reconocer a la productora, Carolina Bang, que me comentaba en una entrevista que Veneciafrenia había sido su película más ambiciosa a nivel de producción. El respaldo de Pokeepsie Films y Sony Pictures hacen del filme un placer visual e inmersivo.
Me ha resultado especialmente llamativo el fondo del personaje de Berto Bang, un joven que no tiene redes sociales, no se toma fotos y pierde el móvil. Es imposible contactar con él en la era en que vivimos. En definitiva, él es quien es por sus palabras, y no por su máscara. Pero, para la sociedad de hoy, ¿existe este tipo de persona? Hay un plano que me impresiona, y es en un momento concreto de la película que ocurre algo y todo el mundo lo graba pero nadie actúa en consecuencia con lo ocurrido. Esto también es Veneciafrenia. Grabamos y fotografiamos. Vemos pero no miramos.
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